Ideación suicida en niños y adolescentes

IDEACIÓN SUICIDA EN NIÑOS Y ADOLESCENTES

Gloria Lucia Sierra Agudelo

(…) y me eche a llorar emocionado, conmovido,

 sorprendido de no haber sentido nunca la realidad en la que había vivido (…)

Mario Mendoza

Para empezar a hablar de suicidio e ideación suicida en niños y adolescentes, tomaremos una afirmación citada en uno de los textos incluidos en el presente recorrido, por Parra Chian (2017): “Se entiende que el suicida busca terminar con el dolor psicológico, no con su propia vida.”  Esta aseveración nos reporta una línea de relación que puede empezar a orientarnos: suicidio y sufrimiento emocional.

Otro elemento importante a considerar en la presente introducción, es que a juicio común se señala que el suicidio es prevenible y previsible. Esta afirmación resalta la urgencia de trabajar en la intervención oportuna a través de programas individuales y grupales, especialmente cuando se trata de poblaciones vulnerables para el caso. Finalmente, para cerrar este preámbulo, hay que enunciar una recomendación indiscutible: cualquier tipo de intento de suicidio debe tomarse en serio. El no darle su valor, o ignorarlo, puede impactar de manera fatal lo que en principio era solo una ideación suicida.

En el presente artículo vamos a hacer una aproximación al tema del suicidio y la ideación suicida, estableciendo un breve estado de la cuestión a través de los aportes de tres referencias seleccionadas.

Iniciaremos con un texto de carácter reflexivo que nos dará paso a otros dos de un corte más informativo. El título, Suicidio e infancia: hacia una sociedad que escuche y reconozca al otro, pertenece a Carolina Victoria Parra Chiang (2017).

La autora comienza señalando que el fenómeno del suicidio en los niños es distinto al de los adolescentes y al de los adultos. Esta afirmación parece lógica, puesto que la concepción del mundo, desde la perspectiva infantil, es otra. Pensemos, para ilustrar, la diferencia que puede observarse en la valoración de los objetos amados en cada una de las etapas de la vida: “nos resulta sencillo subestimar los efectos de la perdida en los niños (…) pero la pérdida de un progenitor, un amigo, una mascota o un juguete predilecto puede quitarle todo valor al vivir.” (Winnicott, 1998, p. 82).

La singularidad de la afectividad infantil no puede hacernos pensar que los niños no están preparados ni deben ser informados sobre los acontecimientos familiares que los implican. Muchos investigadores, nos dice la autora, se preguntan, por ejemplo, sobre cómo debe procederse cuando en el entorno de un niño se produce un suicidio. Al respecto, afirma que muchas conclusiones señalan que es más nocivo omitir la verdad sobre un evento traumático, como lo es el suicidio, que el impacto que pueda sufrir el niño si se le habla, abierta y amorosamente, sobre el suceso.

Cuando se trata de conductas suicidas en niños, es importante que tengamos presente que el pequeño, más que acabar con el sufrimiento como ocurre con los adolescentes y adultos, lo que busca es que le ayuden en una situación familiar y afectiva que no logra sortear. Es por ello que los expertos insisten en la importancia de acompañar de manera especial a los niños en sus procesos de duelo y angustia por más intrascendentales que a los adultos nos parezcan.

Resalta la autora, al concluir, que el suicidio consumado es uno de los duelos más difíciles de asumir para una familia, en tanto está vinculado no solo al sentimiento de pérdida, sino, además, al miedo, al rechazo, al enfado, a la vergüenza, a la culpa y al autocastigo. El efecto del acto del suicida implica también a la familia que se asume como responsable de acciones y omisiones relacionadas con el suceso. El estigma social que existe en torno al suicidio, hace que el evento sea tratado como un secreto familiar que impide una adecuada elaboración del duelo. Las anteriores afirmaciones nos permiten comprender la importancia que tiene el acompañamiento, profesional e inmediato, a las familias que han vivido esta experiencia.

En el trabajo denominado Comportamiento suicida en niños y adolescentes (s.f.), el autor nos dice que el suicidio no es muy habitual en la pubertad. Se presenta con mayor frecuencia en la adolescencia y en la preadolescencia, especialmente entre los 15 y los 19 años de edad.  En países como Estados Unidos ocupa la segunda o tercera causa de muerte, sin tener en cuenta que muchas de las intoxicaciones, accidentes de tránsito y otras eventualidades fatales, ligadas a conductas suicidas, podrían incrementar esta cifra.

Los intentos de suicidio superan los suicidios logrados; de allí la importancia que cobra ese estado al que nombramos ideación suicida: “Con frecuencia, las tentativas de suicidio implican la existencia de cierta ambivalencia en relación con el deseo de morir y suelen ser una forma de pedir ayuda.” (Elia, s.f., párr. 15).

La propuesta del autor, dirigida de manera especial a ubicar las señales de alerta, habla también de la importancia que en estos casos tiene la información que proviene de amigos y familiares. Al parecer, el suicida siempre habla, de alguna manera, de su intención.                            

La depresión y otros eventos estresantes como la ansiedad, son causales directos de suicidio. Los cambios de comportamiento, el abandono de las actividades habituales y la recurrencia al tema de la muerte, son otras señales que deben ser atendidas.

Entre otros factores de riesgo, se destacan los vinculados con afectaciones  subyacentes de la salud mental y con acontecimientos desencadenantes, tales como: la muerte de un ser querido, el suicidio de alguien cercano, el fracaso de una relación amorosa, un cambio de entorno familiar o escolar, el alejamiento de los amigos, el acoso o rechazo escolar y los problemas con la ley. No podemos perder de vista que, en su cotidianidad, dichos eventos son normalmente superados por los niños y adolescentes. Esto nos permite concluir que cuando se pasa al terreno de la ideación suicida, se tiene que pensar en la existencia de otros trastornos o afectaciones asociadas, entre ellos, los más frecuentes son: depresión, consumo de alcohol y drogas, impulsividad, trastornos psicóticos.

Un factor de riesgo que involucra a amigos y a familiares tiene que ver con la tramitación de afectos y la contención de la ira. Algunos intentos de suicidio tienen un mensaje implícito dirigido a otro. Son intentos que tienen una intención de manipular o castigar a los más cercanos. En este punto específico, la calidad de la comunicación entre padres, hijos y familiares, es definitiva.

Otra vertiente del suicidio es la que se produce por imitación. En este sentido, el suicidio de personajes que han sido fuente de identificación, implica un alto riesgo. En este mismo contexto y con mayor contundencia, opera la presencia de eventos de suicidio en la familia. La depresión, negatividad y discurso fatalista, en el contexto del hogar, también son factores que incrementan el riesgo.

En el área de la prevención de conductas suicidas, el autor presenta una serie de alertas o señales que hay que considerar para hacer un “diagnostico” certero y oportuno. La recomendación de vigilancia está dirigida a padres, maestros, terapeutas y médicos tratantes.  Veamos:

* Cambio de comportamiento reciente.

* Expresiones de pensamiento suicida.

* Retraimiento social, retroceso en el nivel escolar o acciones de desprendimiento de posesiones favoritas.

* Depresión, sentimientos de desesperanza, autoestima baja.

* Cambios bruscos de humor, en el apetito, en los horarios del sueño.

* Tensión, ansiedad o nerviosismo, control escaso de los impulsos.

* Cambio de hábitos y descuido de la higiene y aspecto personal.

* Baja interacción social.

* Ausencias en la escuela y reducción en el rendimiento académico.

* Aumento del comportamiento violento.

* Manifestación de sentimientos de culpa.

* Amenazas directas o indirectas de suicidio.

* Discurso asociado a la desvalorización de la vida.

El papel de los profesionales tratantes es de gran responsabilidad, porque son ellos los que deben determinar la seguridad en la que se encuentra el paciente que presenta ideación suicida. Así mismo, deben establecer la presencia de afectaciones subyacentes en el paciente y la necesidad de hospitalización en los casos que lo requieran.

Otras estrategias de prevención dirigidas a la comunidad, son las siguientes:

– Prestar atención al niño y ubicar los factores que están influyendo en su malestar.

– Hacer uso de líneas telefónicas de asistencia y orientación.

– Crear redes de prevención, apoyo familiar y atención inmediata.

– Generar atenciones eficaces para los trastornos mentales y físicos, y para el consumo de sustancias.

– Establecer programas dirigidos a la resolución de conflictos.

– Promover el respeto por las diferencias.

Más allá de la implementación de cada una de estas estrategias y de la atención a las alarmas que ya han sido citadas, debemos observar a fondo el comportamiento de aquellos niños y adolescentes que dejan ver, en sus expresiones, una baja estimación por la vida y por sus relaciones afectivas. Un elemento a considerar, en esta última línea nombrada, es la tendencia del muchacho a hacerse daño, así sea de la más mínima manera. Lesiones en la piel, autodesprecio, falta de cuidado de sí mismo, son manifestaciones de una tendencia que debe tomarse como alerta.

Respecto a la presencia de intentos de suicidio, el autor (s.f.) advierte que “un tercio de los suicidios consumados han tenido ya un intento de suicidio previo, en ocasiones aparentemente triviales” (párr. 43). Resalta también que el grado de riesgo implicado en un intento suicida está asociado a los factores que rodean el evento. Las características de la planeación del escenario, los medios o armas considerados, las medidas tomadas para evitar ser descubierto, la contundencia del método y las notas de despedida, son señales que determinan una mayor o menor intensidad de peligro.

Los tratamientos para la atención de la ideación suicida están dispuestos de acuerdo con la situación particular del caso. En general, contienen atención psiquiátrica, psicológica, tratamiento farmacológico y hospitalización cuando se considera necesaria. La intervención de expertos en familia también es imprescindible, en especial cuando el suicidio se consuma. Para estos últimos casos los investigadores recomiendan:

*  Atención del duelo y del sentimiento de culpa, a familiares y amigos.

* Asesoramiento para entender el contexto del suicidio y para reconocer las dificultades del paciente antes del hecho.

Como última fuente en este recorrido por las investigaciones, pasaremos a revisar las elaboraciones sobre suicidio y aparición de conductas suicidas en adolescentes, de Claudia Patricia Serrano Ruiz y Julie Alexandra Olave Chaves (2017). En esta propuesta, el suicidio es abordado como un problema de salud pública que afecta en grandes dimensiones al individuo, a la familia y al entorno social. Afirman las autoras que sobre este tema se han recopilado, en la literatura, informes aislados que describen las conductas suicidas, pero que desconocen la multicausalidad del hecho. En su investigación, concluyen que “La oportuna detección de los factores de riesgo podría aportar en gran medida al diseño e implementación de programas de prevención más integrales y eficientes frente al suicidio de adolescentes.” (p. 139).

Para dar inicio a su planteamiento establecen la definición de conducta suicida como “todo acto por el que un individuo se causa a sí mismo una lesión o un daño, cualquiera sea el grado de la intención letal o de conocimiento del verdadero móvil” (Serrano y Olave, 2017, p. 149), y determinan las distintas formas en las que se presenta el fenómeno. A saber: ideación suicida, intento de suicidio y suicidio consumado.

La conducta suicida tiene sus matices cuando se presenta en la adolescencia. En esta dirección, las autoras hacen hincapié en la relación del suicidio con la carencia de mecanismos adaptativos para responder a una determinada situación de conflicto. Otro elemento a considerar, es que la adolescencia es un periodo atravesado por la injerencia de procesos hormonales y cambios sociales inherentes a la nueva condición psicofísica. Es un momento que incluye también la construcción de un proyecto de vida propio y su consecuente carga de exigencia. El desarrollo sexual y sus implicaciones a nivel familiar, social y afectivo, también pueden ser una fuente de alta tensión que no logra ser bien soportada por el adolescente. Cuando esta serie de factores constituyen un peso, al que el adolescente no puede responder adecuadamente, pueden aparecer las conductas suicidas.

Según afirman las autoras, la prevención del suicidio es urgente y eso significa que identificar los factores de riesgo es una tarea prioritaria. Las investigaciones que se realizan desde distintos sectores han identificado riesgos asociados con el desarrollo de conductas suicidas en la adolescencia, pero su descripción aislada no evidencia el origen multicausal de la problemática. Es menester entonces tener en cuenta que los factores de riesgo en la presencia de conductas suicidas son variados e incluyen aspectos relacionados con el individuo y su contexto.

La información aportada por las autoras en el ámbito de la epidemiología, señala que, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), las conductas suicidas constituyen un grave problema de salud pública por el impacto personal, familiar y social que producen en la población. En la actualidad, a nivel mundial, el suicidio es la segunda causa de muerte violenta.  Esta alarma, sin embargo, no está siendo considerada en su real valor, puesto que no genera la priorización de los programas de prevención y atención que se requieren.

Las investigaciones abordadas señalan factores de riesgo de distinta naturaleza asociados a contextos familiares estresantes y violentos, escaso rendimiento académico, inadaptación social, dificultades de comunicación, desaprobación, emotividad, poca estabilidad emocional, inseguridad, aprehensión, angustia, ansiedad y frustración, intentos previos de suicidio, depresión, dificultades para construir la identidad sexual, violencia física y maltrato verbal. Hay que nombrar, además, que aún no se logran superar condiciones que dificultan la prevención y el manejo del suicidio. El estigma social y la insuficiencia de los servicios para atender la problemática, son algunos de ellos.

Antes de concluir, las autoras nos aportan algunos elementos de su reflexión sobre el suicidio desde la óptica de su investigación. Son ellos:  

– La familia cumple una función determinante en la prevención de conductas suicidas en niños y adolescentes. Se destaca el beneficio que aporta a la salud mental de los hijos, contextos familiares en los que prevalezcan las jerarquías, roles y límites claros, la comunicación abierta y explícita, la afectividad y la capacidad de adaptación al cambio.

– El contexto social puede tener gran injerencia en la aparición de conductas suicidas. Fenómenos como el desplazamiento, la discriminación y la ausencia de  redes de apoyo, pueden contribuir en el desarrollo de estas conductas.

– Los medios de comunicación influyen de manera determinante en las actitudes, creencias y comportamientos de las poblaciones adolescentes. La ideación suicida, el intento suicida y el suicidio consumado, pueden ser originados en dicha influencia.

– La ausencia de redes de apoyo y la tendencia al aislamiento, propias de nuestra época, son factores que también pueden incrementar el riesgo de ideación y consumación del suicidio.

Referencias bibliográficas

Elia, J. (s.f.) Comportamiento suicida en niños y adolescentes. Manual MSD. Recuperado de:

https://www.msdmanuals.com/es-co/hogar/salud-infantil/trastornos-de-la-salud-mental-en-ni%C3%B1os-y-adolescentes/comportamiento-suicida-en-ni%C3%B1os-y-adolescentes

Parra, C. (2017) Suicidio e infancia: hacia una sociedad que escuche y reconozca al otro. En: Guajardo, G. Suicidios contemporáneos: vínculos, desigualdades y transformaciones socioculturales. Ensayos sobre violencia, cultura y sentido. Santiago de Chile: FLACSO – Chile. Serrano, C. y Olaya, J. (2017) Factores de riesgo asociados con la aparición de conductas suicidas en adolescentes. Revista MedUNAB. Vol. 2

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