Los niños, los adolescentes, la pérdida y la prohibición

Los niños, los adolescentes, la pérdida y la prohibición

Gloria Lucía Sierra A.

Cuando pensamos en la pregunta que orienta la formalización del seminario, del que se desprende el presente libro, observamos que los términos pérdida y prohibición, usados en el lenguaje común, nos conducen a otros conceptos propios del ejercicio profesional de quienes trabajamos con niños y adolescentes. Nos referimos al concepto de duelo y al de castración. Es entonces, a partir de estos dos conceptos, que abordaremos la siguiente propuesta temática.

Para conocer un poco más de lo que se habla en el contexto académico sobre la pregunta que nos conduce, ¿Cómo responden a la pérdida y a la prohibición los niños y adolescentes de hoy?, revisaremos dos trabajos, uno sobre el duelo y otro sobre la castración, que están orientados por un interrogante similar al que nosotros nos planteamos. Son ellos:

1. Crecer con la pérdida: el duelo en la infancia y adolescencia de Elena Guillén, José Gordillo, Dolores Gordillo, Isabel Ruiz y Teresa Gordillo.

 2. Adolescentes en búsqueda de un goce pleno, de Oscar A Paulucci.

Veamos:

En el primer texto,  los autores (2013) inician abordando una pregunta por la manera como los niños enfrentan los duelos a los que irremediablemente están sometidos. Para revisar lo que otros autores han señalado sobre el tema, ubican una controversia que, según ellos, se ha ido resolviendo en el tiempo. Se refiere a los postulados de Freud y Anna Freud, quienes, dicen Guillén et al., provocaron una división entre los científicos de la época alrededor de la condición de normalidad o patología en el duelo. Al respecto, algunos autores sostenían que el yo del pequeño aún era muy frágil para soportar ciertas pérdidas, y otros, por el contrario, asociaban la pérdida a la oportunidad de elaborar un “duelo sano” que provocara el consecuente esfuerzo de superación y adaptación a la nueva realidad.

Según los autores, hoy en día la mayoría de las orientaciones están situadas en la vía de considerar que es necesario proveer al niño de apoyos que le permitan asumir la pérdida y restablecer sus soportes emocionales a partir de intervenciones terapéuticas. Guillén et al. nos plantean al respecto, una relación entre el duelo, la resiliencia y los medios de contención emocional. Para que esto se produzca, afirman, es necesaria la presencia de cuidadores cálidos que sepan escucharlos y acogerlos en una experiencia de trabajo continuo e individual.

El duelo en los niños y adolescentes se presenta con características distintas a como se produce en los adultos. En los pequeños, sostienen Guillén et al., una pérdida puede generar efectos determinantes en el mundo interno en razón a que, en esta etapa de la vida emocional, aún se tiene mucha dependencia de los objetos externos. Mencionan además, que en ese momento de la vida aún no se han constituido objetos sustitutos que sirvan de soporte mientras se tramita la pérdida.

Para referirse a la pérdida de los objetos primordiales, los autores hacen alusión al lugar fundamental que ocupa la madre en la constitución de la subjetividad.  La madre representa para el sujeto el enfrentamiento inaugural con la pérdida, desde los primeros momentos de la vida. A partir de este momento, las pérdidas se irán repitiendo en los primeros años con los demás objetos familiares hasta que el niño logra construir una representación del objeto.

El destete, indican Guillén et al., es el momento típico de concreción del duelo. De este proceso dan cuenta los adultos encargados de escuchar el sufrimiento del que son objeto los niños. Fenómenos como regresiones en la psicomotricidad, somatizaciones  y trastornos asociados a la ira, no son más que la expresión de  un esfuerzo desesperado por recuperar a la madre en el enfrentamiento con el duelo.

En ese tránsito, la desesperanza termina imponiéndose, afirman los autores, y es allí donde, si el niño no logra hacer una reorganización de sus afectos, puede aparecer un desapego que puede tener matices psicopatológicos. Depresión, inestabilidad emocional, conductas evitativas, sumisión y dependencia, son algunos de los síntomas que pueden constituirse en alarmas.

Desde una perspectiva evolutiva, la respuesta ante las pérdidas  se presenta de manera distinta en cada una de las etapas del desarrollo humano.  En esta dirección, Guillén et al,  hacen referencia a algunos aspectos que caracterizan el duelo en los diversos momentos de la vida:

De 0 a 2 años: Sensibilidad a los cambios, a la actitud de los cuidadores y a la disposición y organización de sus cuidados.

De 3 a 5 años: Creencia inicial en la reversibilidad de la muerte. Egocentrismo que genera culpa y autocastigo por sus propias pérdidas.

Etapa escolar: Inicio en la comprensión de la realidad de la muerte, origen del interés por temas como la enfermedad y la posibilidad de la propia muerte.

Adolescencia: La comprensión de la muerte se asemeja a la que tiene el adulto, no obstante, en muchos casos, se asume a través del encuentro con el riesgo y  las conductas autodestructivas, interpretadas como una manera de retar esa realidad.

En general, afirman los autores, la pérdida y la muerte son difíciles de asumir como objeto total e integrado. Esto se observa con claridad en la niñez y la adolescencia, ya que son etapas en las que predomina una posición megalomaniaca. Hay que tener en cuenta, sin embargo, que esta condición varía  en cada cultura, y sobre todo, de acuerdo con el pensamiento y con la dinámica familiar de cada caso.  También hay que considerar que existen respuestas a la pérdida que pueden traspasar el límite entre lo normal y lo patológico. A continuación, veremos algunas de las que la autora cita en su investigación:

  • La permanencia excesiva, en el tiempo, de un anhelo por recuperar lo perdido o por conservar compulsivamente objetos relacionados con la pérdida. Esta conducta puede estar acompañada de una actitud de reclamo y autorreproche relacionados con la situación.
  • Pérdida, prolongada en el tiempo, del deseo de integrarse a sus actividades cotidianas y a nuevas situaciones.
  • Ansiedad e insomnio persistentes, presencia de fantasías de recuperación de los objetos o personas perdidas.            
  • Hiperactividad, trastornos de atención, irritabilidad, agresividad, somatización, euforia combinada con tristeza, compulsión a cuidar a terceros, episodios de despersonalización.

Los anteriores criterios deben ser observados con cautela porque el dolor por la pérdida genera, de todas maneras, reacciones que afectan la disposición emocional de las personas en cualquiera de las edades en las que se viva. En este sentido, se recomienda tener prudencia para no patologizar las respuestas que son parte del proceso de elaboración, al que se ve obligado un niño o un adolescente, ante una pérdida importante en su existencia.

Para concluir, los autores hacen un llamado a considerar el importante papel que tiene la escuela en el acompañamiento de los niños y los adolescentes, en especial cuando están enfrentando un duelo. Al respecto, recomiendan insistentemente que los maestros estén constantemente apoyados y asesorados, puesto que son ellos los que asumen directamente la atención de los chicos, y por consiguiente, los que tienen que adelantar las primeras acciones de escucha y contención. Los maestros, a su vez, deberán considerar en este periodo especial de la vida de sus alumnos, acciones que favorezcan la flexibilización de las exigencias escolares y reglamentarias, la comunicación con la familia y la disposición del grupo de compañeros como fuentes de afectividad y acompañamiento.

Ya examinados los planteamientos de Elena Guillén Guillén y sus colaboradores, sobre el encuentro de los niños y adolescentes con la pérdida, vamos ahora a revisar los aportes de Oscar A. Paulucci (2010) sobre la castración, en su texto Adolescentes en búsqueda de un goce pleno.

Para hablar sobre la relación de los adolescentes con la prohibición, el autor hace un análisis de algunos fenómenos contemporáneos a la luz de la premisa de la existencia de una “disfunción en los efectos o marcas de la castración”. Al iniciar este planteamiento, aclara que para el psicoanálisis, orientación teórica desde la que habla, no existe una adolescencia que constituya un grupo homogéneamente descriptible como lo es para otras disciplinas sociales. Aclara con esta anotación, que cada sujeto vive una adolescencia que le es propia, de acuerdo con su singularidad, así comparta con otros grupos etarios otras características que le son comunes.

Para ingresar al terreno del concepto de castración, el autor hace referencia al valor que tiene este acontecimiento en la vida subjetiva y al efecto que tiene en la estructura psíquica. Al respecto, define la castración en términos de una operación simbólica que hace posible el paso del niño, ubicado como objeto de goce de la madre, a la posición de sujeto deseante.  Esta lógica plantea, en pocas palabras, que es a través del rechazo del goce, como exceso, que la satisfacción puede ser alcanzada gracias a la función que cumple el deseo. Podemos afirmar, en consecuencia, que la castración hace un recorte a la búsqueda ilusoria del goce pleno y mortífero para darle paso a un goce que, implicando una pérdida, le da lugar al deseo como conquista.

Partiendo de esta concepción, Oscar A. Paulucci presenta una serie de viñetas tendientes a ilustrar cómo se presentan las fallas en las marcas de la castración en algunos fenómenos observados en adolescentes.

La primera viñeta está referida a un grupo de mujeres adolescentes dedicadas a realizar prácticas sexuales en discotecas argentinas a cambio de compensaciones económicas. Lo que llama la atención del evento, es que en las entrevistas realizadas a las jóvenes, puede verificarse que la gratificación no se sitúa en la obtención de la retribución económica, sino en el placer que ellas alcanzan  en el momento de “ser miradas” en esa escena. En su elaboración, el autor sitúa que lo que resalta la viñeta “es un ejemplo de un borramiento del límite entre lo público y lo privado, donde el ¨dar a ver¨ es moneda corriente en la cultura omnivoyeur que bordea permanentemente la obscenidad”

Efectivamente, el relato de las adolescentes permite observar cómo el placer está ligado, de manera precisa, al acto de retar decididamente la prohibición  derivada de una ley que proviene de la cultura y que demarca la frontera entre lo público y lo privado. Este goce mortífero, obtenido en el exhibicionismo, deja ver el borramiento en las marcas de la castración y el tipo de satisfacción que se obtiene en estos casos. 

En una segunda referencia, Paulucci expone, para seguir señalando los efectos del borramiento de las marcas en la castración, un evento que se produjo en Italia cuando una sentencia favoreció la demanda de un grupo de “adolescentes de 30 años”. Según la viñeta, los demandantes se negaban a abandonar el hogar de los padres del que eran beneficiarios. En su fallo, la justicia sorprendentemente se sitúa en la posición de cómplice de unos adultos que, ubicándose como “bambinos”, eluden la exigencia proveniente de los padres que reclaman que se hagan cargo de sus vidas.

En este caso, el borramiento de la ley está avalado por sus propios representantes, sustentados en el paradojal discurso de los derechos. Esta situación, aunque llamativa, no es tan extraña en este momento de la historia en el que algunas lógicas proteccionistas, propias de  las legislaciones actuales, en su afán de preservar los beneficios dirigidos a las poblaciones vulnerables, terminan extraviándose y produciendo un mensaje generalizado que neutraliza los efectos “formativos” generados por el límite.

Con su última viñeta titulada “Falta de tope”, el autor hace alusión a una adolescente que inicia su consumo de drogas, inscrita en la lógica de “cada vez más”, hasta llegar al coma, en una clara carrera por la muerte. Es “el otro rostro de esa búsqueda insaciable de un goce sin regulación” anota Paulucci.

Para ilustrar conceptualmente este caso, el autor hace referencia a Freud, y señala que el consumo sin límite responde a un intento de suplencia que hace el sujeto frente “al fracaso en el encuentro complementario con el otro sexo”. Paulucci advierte, sin embargo, que  aunque este planteamiento corresponde a una condición estructural de la subjetividad humana, esta época nos permite evidenciar, en el fenómeno particular de la proliferación de las adicciones, que los jóvenes de hoy carecen, de manera especial, de recursos suficientes para afrontar la angustia existencial generada en el desencuentro con la plenitud anhelada.

El origen de esta condición contemporánea, que singulariza el encuentro de nuestros niños y jóvenes con la castración, puede estar ligado a la presencia de un discurso de los derechos, que deja de lado los deberes y a la sobreproducción de objetos de goce y ofertas de servicios que garantizan la afectividad  y la satisfacción sexual inmediata, sin mayores sacrificios.  Y finalmente, a la posición inhibida de los padres en su función reguladora y transmisora de autoridad.

Todo lo anterior, no hace más que poner en evidencia la necesidad de provocar en nuestros niños y adolescentes, la construcción de recursos propios que les permitan enfrentar la realidad del desencuentro con la plenitud, como condición estructural de la subjetividad humana, y potenciar el deseo como invención ante la falta.

Volviendo al texto de Paulucci (2010), ingresamos al tema de la orientación sexual que, según el autor, da cuenta de un fenómeno particular de esta época que puede estar relacionado con los padres en su posición de interdictores. Al respecto, nos dice que en el lesbianismo o en la bisexualidad, de los que hablan algunas pacientes, se evidencian posiciones que no son más que una clara respuesta” tipo acting out” en momentos de vacilación del posicionamiento, femenino o masculino, según el caso.

Otro fenómeno relacionado con la orientación sexual es el observado en la inversión o en la  falta de una clara ubicación en las posiciones sexuales de los adolescentes frente a lo fálico. El autor indica que hoy en día es frecuente escuchar como algunas chicas hablan, al referirse al encuentro sexual, desde posiciones  claramente masculinas, y de la misma manera ocurre con los chicos cuando se ubican en posición femenina. “Estos dichos parecen reflejar el despliegue de una falicización virilizante del lado de muchas adolescentes y una pasivización notable en varones“

Para finalizar, el autor hace referencia a la exacerbación del uso de los tatuajes como una actividad que ya no está enmarcada en la significación cultural que en otras épocas tenía. Al respecto, afirma que este tratamiento, que a veces cubre en su extensión casi la totalidad del cuerpo, “parece en muchos casos funcionar como una restitución imaginaria que intenta suplir las fallas de las marcas simbólicas de la castración”.  Algo así como una suerte de “marca en el cuerpo” que hace suplencia a la función simbólica no cumplida por el padre. En este orden de ideas, se piensa también como un llamado a la presencia de su función reguladora.

A modo de conclusión, extraeremos algunas recomendaciones que pueden desprenderse de los contenidos enunciados por los dos autores en sus textos:

Sobre el duelo:

1. Considerando que la pérdida es inherente a la existencia humana, es importante acompañar a los niños, desde la primera infancia, en las situaciones que los enfrentan a esta realidad. Una presencia decidida, amorosa y clara, le permitirá al pequeño construir recursos psíquicos para elaborar un duelo y enfrentar de este modo lo inevitable.

2.  Enfrentar a los niños a las pérdidas continuas, que hacen presencia en la cotidianidad, puede fortalecer su espíritu y convertirlos en personas capaces de resolver situaciones de complejidad con menor impacto emocional.

3. Cuando los niños sometidos a un proceso de duelo son muy pequeños, es  necesario, considerando la fragilidad de su constitución subjetiva, incrementar un apoyo cercano, continuo y profesional, que le permita al pequeño hacerse a objetos que le ayuden a suplir la falta en el caso de pérdidas importantes.

4. Algunos trastornos emocionales, presentes en edades escolares, están asociados a la presencia de duelos no elaborados durante la etapa del destete. En ese tipo de casos es aconsejable ofrecer a los niños espacios de atención psicológica, en los que los pequeños puedan tramitar sus duelos.

5. Considerando que el duelo es asumido por los niños y adolescentes de distinta manera, según la etapa que estén atravesando, es necesario pensar la oferta de una respuesta diferencial que respete el momento de la vida psíquica que está atravesando el chico.

6. Los maestros y la escuela, en general, son los primeros agentes de contención y apoyo en los procesos de duelo que enfrentan los niños y adolescentes. En razón a lo anterior, la asesoría permanente por parte de profesionales de la salud mental, es pertinente y necesaria.

Sobre la castración:

1. Permitir que los niños y adolescentes asuman el impacto de la castración, es  indispensable para que estos puedan convertirse en sujetos deseantes y capaces de luchar por sus propios objetivos. El recorte de la satisfacción sin límite, es necesario para que estos ingresen en la lógica de la cultura y asuman la ley como un recurso ordenador de sus vidas, que les provee un soporte de seguridad y consistencia.

2. El placer, ligado al acceso de lo prohibido, puede darle lugar a fenómenos anclados en “un goce mortífero” que más allá de la satisfacción, produce sufrimiento emocional en los adolescentes.

3. Una mala interpretación del discurso de los derechos puede, en algunos casos, des-responsabilizar a los jóvenes e impedir que ellos construyan sus propios recursos y asuman su vida y su historia.

4. En muchos de los adolescentes que presentan dificultades referidas a su orientación sexual, hacen presencia eventos transitorios que tienen que ver con una vacilación en la identidad, que aún no se ha logrado establecer. Este es un elemento que hay que considerar para permitirles a los jóvenes, el tiempo y los espacios que requieren para asimilar este proceso en sus vidas.

6. Estamos viviendo una época en la que los adolescentes de ambos sexos, experimentan una posición, en ocasiones invertida, respecto a los valores fálicos. Esto implica que las mujeres puedan asumir actitudes sexuales masculinas y los varones, femeninas. Oponerse a esta lógica, propia de la época, solo hará que se radicalicen estas posiciones y que se obstruya la posibilidad de construir perspectivas más flexibilizadas y pacificadas.

7. El uso excesivo de los tatuajes, más allá de una significación simbólica, puede considerarse como un recurso al que acude el adolescente en un intento de hacer marca en su cuerpo, o de convocar, en el acto, la ley proveniente del padre. En ambos casos es necesario escuchar y considerar la función que cumple este tratamiento en la vida subjetiva del joven, dejando de lado los prejuicios que tienden a rechazar este tipo de invenciones que en ocasiones son indispensables.

Referencias

Guillén, E., Gordillo, M. J., Gordillo, M. D., y Gordillo, T. (2013). Crecer con la pérdida: el duelo en la infancia y adolescencia. INFAD Revista de Psicología1, 493-498.

Paulucci, O. A. (2010). Adolescentes en búsqueda de un goce pleno. Controversias en psicoanálisis de niños y adolescentes, (3).

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